Señor Jesús,
Tú, Niño divino llevado en brazos de María y ofrecido al Padre,
en este día en que eres presentado en el Templo,
venimos ante Ti con corazón humilde y confiado.
Oh Luz de las naciones,
como Simeón, te acogemos con admiración,
contemplamos tu inocencia y tu santidad,
reconocemos en Ti al Salvador del mundo,
venido para iluminar nuestras tinieblas y guiar nuestros pasos hacia la salvación.
Señor, Tú eres el cumplimiento de las promesas,
el Mesías esperado,
el Hijo amado ofrecido como signo de la alianza,
la Luz que nunca se apaga.
Te alabamos y te adoramos,
pues en Ti habita la plenitud del amor del Padre.
O María, Madre pura y bendita,
en este día de la Presentación,
Ofreces a tu Hijo al Padre en un acto de obediencia y amor.
Aprédenos a abandonarnos a Dios con la misma confianza,
a entregarle todo lo que somos,
a dejarnos conducir por su voluntad,
aun cuando el camino esté velado por el sufrimiento.
Señor Jesús,
Simeón profetizó que serías signo de contradicción,
que Tu mensaje sería acogido por los humildes
pero rechazado por los que cierran su corazón.
Ayúdanos a elegir siempre la verdad y la luz,
incluso cuando nos cuesten.
Danos la fuerza para seguirte fielmente,
para dar testimonio de Tu amor en el mundo,
para ser, a nuestra vez, luces encendidas por Tu Espíritu.
Señor, en este día bendito, te confiamos nuestras vidas.
Toma nuestros corazones como María te ofreció al Padre,
transfórmalos en lugares de oración y de paz,
donde brille la luz de tu amor.
O Jesús, presentado en el Templo,
ilumina nuestra fe,
fortalece nuestra esperanza,
abraza nuestra caridad,
y condúcenos un día a la gloria de Tu Reino.
Amén.