La Cuaresma es tiempo de ofrenda. No para impresionar a Dios, sino para decirle: "Te quiero, quiero avanzar contigo". No se trata de grandes cosas, sacrificios heroicos o propósitos imposibles. Dios se deleita en los gestos más sencillos y escondidos. Los que salen del corazón, los que expresan nuestro deseo de amarle un poco más, de hacerle un poco más de sitio. He aquí diez pequeñas cosas que cada uno de nosotros puede ofrecer a Dios durante la Cuaresma. Diez pequeñas cosas que, en sus manos, se convierten en caminos de transformación.
Diez pequeñas cosas que, en sus manos, se convierten en caminos de transformación.
Un poco de silencio
Tómate unos minutos cada día sin ruidos, sin palabras, sin distracciones. Simplemente estar ahí, en presencia de Dios. El silencio es un don escaso, pero abre un espacio para la escucha y la paz.
Una comida más sencilla
Aligera tu plato, come menos o de otra manera. Ofrece esta pequeña carencia como un gesto de solidaridad, de oración, o simplemente como un "te ofrezco este momento". Puede ser discreto, pero sincero.
Un perdón que nunca hemos dado
Elegir perdonar, aunque sea interiormente, aunque sea sin decirlo en voz alta. Depositar ese peso ante Dios. El perdón, por pequeño que sea, es una de las mayores ofrendas que podemos hacer.
Una sonrisa ofrecida sin motivo
Sonreír a alguien, aunque no nos apetezca. Ser un poco más amables, un poco más pacientes. Ofrecer a Dios este pequeño gesto de amor cotidiano, sin esperar nada a cambio.
Una palabra que callamos
No responder, no criticar, no quejarse. Ofrecer a Dios esta contención. Es un sacrificio invisible, pero que habla alto al corazón de uno.
Una oración personal, aunque sea corta
Decir unas palabras a Dios durante el día. Darle las gracias, hablarle con sencillez, como a un amigo. Aunque la oración parezca pobre, Dios la escucha con ternura.
Un objeto o hábito que dejamos de lado
Apagar antes el teléfono. Pasar menos tiempo en las redes. Privarse de una compra superflua. Ofrecer a Dios este desapego como gesto de libertad.
Un acto discreto de servicio
Hacer una tarea sin que nos lo pidan. Ayudar sin decirlo. Estar presente donde no se nos espera. Ofrecer estos gestos a Dios, sin buscar ser vistos.
Un tiempo dedicado a alguien
Llamar a alguien a solas. Pasar tiempo con alguien a quien descuidamos. Ofrecer a Dios ese tiempo, aunque pensemos que no hacemos nada extraordinario.
Una herida que le confiamos
Darle un dolor que guardamos en lo más profundo de nuestro corazón. No trates de ocultarlo. Dile: "Señor, te lo ofrezco. Cúrame a tu tiempo". Esta ofrenda interior es una de las más preciosas.
Conclusión
Estas diez pequeñas cosas no son actuaciones. No se trata de demostrarte nada a ti mismo. Son gestos de amor, discretos pero profundos. Durante la Cuaresma, Dios no nos pide que seamos perfectos, sino que le abramos un poco más nuestra vida. Y hasta los gestos más pequeños, cuando se ofrecen con sinceridad, se convierten en caminos de luz en sus manos.