O San Juan, discípulo amado de Jesús,
tú que descansaste sobre el pecho del Salvador en la última cena,
tú que contemplaste tan de cerca los misterios de su amor y divinidad,
venimos a ti con fe y humildad.
Apóstol del amor, enséñanos a amar como Jesús nos mandó,
a amar con un corazón puro, sincero y desinteresado.
Ayúdanos a perdonar a quienes nos han herido,
y a ofrecer nuestro amor, incluso a quienes parece difícil amar.
Crece en nosotros la luz del amor divino,
para que seamos testigos de la ternura de Dios en este mundo.
Tú que fuiste fiel hasta el pie de la Cruz,
tú que oíste las últimas palabras de Cristo
y recibiste la misión de cuidar a la Virgen María,
inspíranos a permanecer junto a Jesús en los momentos de dolor y de prueba.
Ayúdanos a ser valientes y perseverantes,
a no rehuir nunca las cruces que debemos llevar,
sino a abrazarlas con confianza, sabiendo que Jesús camina a nuestro lado.
O San Juan, testigo de la Resurrección,
tú que viste el sepulcro vacío y creíste incluso antes de comprender,
fortalece nuestra fe en los momentos de duda.
Enseñanos a mirar más allá de las apariencias,
a ver los signos del amor y el poder de Dios en nuestra vida cotidiana.
Que tu fe inquebrantable sea para nosotros una inspiración
y una luz en nuestras noches más oscuras.
Apóstol y evangelista,
tú que escribiste las palabras eternas de Cristo,
ayúdanos a comprender y meditar las Escrituras.
Danos la sabiduría y la luz que necesitamos
para vivir según la verdad y caminar por la senda de la santidad.
Ayúdanos a llevar la luz de la Palabra en nuestros corazones,
y a compartir esa luz con quienes la necesitan.
San Juan, visionario del Apocalipsis,
tú que contemplaste el triunfo de Dios sobre el mal,
recuérdanos que, a pesar de las pruebas, la victoria pertenece a Cristo.
Inspira esperanza en nosotros,
incluso en tiempos de persecución, injusticia e impotencia.
Ayúdanos a mantener nuestros ojos fijos en la eternidad,
donde esperamos un día contemplar a Dios cara a cara, como tú.
Oh San Juan, intercesor y guía,
cuídanos y protégenos.
Sé nuestro defensor en las batallas del alma,
nuestro consuelo en el dolor,
y nuestro compañero en el camino hacia la vida eterna.
Ruega por nosotros, por nuestras familias y por los que llevamos en el corazón.
Ayúdanos a permanecer unidos en el amor y en la fe,
y a ser, como tú, testigos vivos de la misericordia de Dios.
Te confiamos nuestras intenciones, nuestras alegrías, nuestras penas y nuestras esperanzas.
Preséntalas al Señor Jesús,
y ruega para que seamos dignos de recibir sus gracias.
Siguiendo tu ejemplo, deseamos vivir en la verdad,
caminar en la luz,
y amar incondicionalmente.
O San Juan Evangelista,
ruega por nosotros y condúcenos al corazón de Jesús,
donde encontraremos la paz, el amor y la vida eterna.
Amén.
Amén.